viernes, 25 de noviembre de 2016

Hoy llueve fuera, y aquí adentro.


No he dejado de escribir, aunque los papeles ahí fuera se estén mojando. No he dejado de escribir, y espero no hacerlo nunca. Espero ser siempre tan tozuda como mi padre con el folio y la pluma. Constante, pero siempre con más cosas que contar con el corazón, que con la tinta. Descubriendo la magia de las pequeñas cosas y plasmándolas a cada paso.

Hoy he cogido de nuevo aquella cámara, y por un momento si he dejado el papel para abrir esa cinta y rebobinar recuerdos. Olía a mi madre, a su empeño por grabarnos viviendo cada día, y a ella detrás del visor. Ahora soy yo, la que cada día se sitúa detrás de las cámaras, y ahora la entiendo. Entiendo el maravilloso poder que te hace ser la autora de cada momento, en cada plano de la vida. Ahora entiendo lo que una cámara y el afán por el arte pueden hacer con todos los sentidos. Ahora entiendo porque lucho cada día por relatar cada imagen a través de un objetivo, y que llegue a cada rinconcito de tí, de mi, de todos.

Hoy se han empañado todos los cristales, ha llovido dentro de mí como lo hace el mundo ahí fuera. Han llegado los mejores recuerdos, tan llenos de alegría que se apreciaban en cada imagen. Han llegado mis abuelos con su poder de hacernos a todos tan felices y unidos. Y hoy lo recuerdo por ellos, por nosotros, por mi familia y toda la vida que me han dado para hoy ser y luchar por lo que me hace libre y feliz.

Gracias a mi madre por descubrirme las cámaras y captar los mejores instantes de la vida. A mi padre por enseñarme a relatarlos y hacerme sentir. A ti, por conservar el arte.





miércoles, 9 de noviembre de 2016

Accidentes fuera de órbita.

Anoche tuve un accidente, de esos que te dejan boca arriba y la cabeza se desmorona por completo. De los que NO suenan ambulancias, ni tu madre te besa la frente a modo de termómetro. De los que suenan canciones oscuras, y palabras duras de escuchar. De esos accidentes que se escapan de tu órbita y no puedes remediar, que te atropellan por completo y a pesar de intentar salir, pesan más que tú y te atrapan.

De un momento a otro puede que los caminos se tuerzan. A veces las curvas son difíciles de coger, y no has podido dirigir el camino como pensabas hacerlo. Que te levantas un día y de improvisto te has caído a la cuneta y te preguntas ¿qué he hecho mal? Intentas reconducir la vía, y pegar los trozos rotos con la mayor de tu energía, de tu ser y estar. Quizás no exista nadie capaz de soldarlo, pero sigo creyendo en mi.