lunes, 16 de mayo de 2016

Ansiedad que mata y gusta.

Vagabundos, sin cordura, con años pesados y mucho hierro en el alma. Cristales, que se enganchan a mí, veneno que me mata como cuando ganan los que siempre crean las batallas. La noche oscura, que llega a mis entrañas y me ahoga. Me acojona ver la vida pasar por mi ventana, con todos sus colores, sus amapolas y sus días grises. Me acojona no aprender a salvarte de mí, y me ahoga.

Que me escuece el cuello de que me arañen los nervios, que me recorran tus cuerdas de pies a cabeza. Esa cabeza loca y turbia. Me escapo corriendo , haber si me encuentro en alguna calle perdida a la luz de una farola. Y escribo al compás de la guitarra que toca la Luna. Se me ha acabado la tinta y estoy perdiendo de nuevo los nervios. No tengo arma para defenderme ni ventolín para esta ansiedad que no me deja ni gritar.

Que me tienes encerrada, arañando el aire que ya ni respiro, fumando las nubes con filtros de luces, esperando que me mate más que el tabaco. Me ahogan y me atrapan las palabras versadas que me adornan. Y aquí sigo, esperando que alguien encuentre la llave que me saqué de aquí. Esa que me tragué para no usar jamás. Me tienes encerrada en el edén de tus lunares, y no se salir, ni quiero.




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